Leímos varias descripciones de habitaciones de La vida, instrucciones de uso, de George Perec e imaginamos cómo eran sus dueños. Bajo la consigna de que las habitaciones reflejaran las personalidades de sus dueños, los chicos escribieron unas descripciones geniales y algunas escalofriantes.
Cuando entré en la habitación me quedé paralizada, me encontré rodeada de huesos. Al fondo había una mesa de roble sosteniendo un pescado muerto, oloroso, desagradable. No había demasiada luz, sólo una bombita que titilaba. Sospechaba que pronto se iba a caer. Unos libros descuidados descansaban en un estante mientras un rosbif a medio comer estaba tirado en le mugriento suelo. Me acerqué al estante y pude ver un cuadro con una horrible fotografía, el dueño de aquel hoyo negro había tenido una mala infancia. Juana
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